Como había dicho antes, cuando estuve internada, la clínica estaba realmente especializada en adicciones, eso significa que todos los días tenía sesiones de grupo de AA y trabajamos constantemente con los 12 pasos. Honestamente me encantó y desearía tener un grupo así en Querétaro para bipolares (avísenme si se arma), pero mientras tanto, me consuelo con el recuerdo de esas sesiones y de lo útiles que eran (siguen siendo) los 12 pasos para reflexionar sobre mi bipolaridad.
No era muy complicado, de hecho, sólo tenía que presentarme al pasar a tribuna como “hola, soy Charo y soy bipolar” y pasé largo tiempo, y lo vuelvo a pasar cada un par de días, ensayando el primer paso: “Admitimos que éramos impotentes ante el alcohol (el trastorno bipolar), que nuestras vidas se habían vuelto ingobernables.” Sí, creo que el primer paso es aceptar esa realidad, tener un periodo de duelo, de enojo, de dolor, de llanto, de gritos, todo porque la vida como la conocías antes ya no va a ser. La aceptación trae algo de paz y después acción, conciencia de que necesitas ayuda, de que estar enfermo es una realidad, que vas a vivir con ello siempre y por lo tanto debes estar alerta para cuidarte y cuidar a quienes están a tu alrededor.
Hacer conciencia de la enfermedad conlleva hacer un recuento de los daños, estudiar con detalle cuál ha sido en realidad el impacto que ha tenido en tu vida, darte cuenta de la importancia que tiene hacer algo al respecto. En la clínica me dejaron una tarea que decoré con muchos colorcitos como cuando vas en la secundaria porque pues tenía el tiempo y los materiales de un kindergardiano para hacerlo, y se trataba de redactar las 10 principales consecuencias de mi enfermedad. Me sorprendí de lo rápido y fácil que fluyó la lista. Después ñoñamente, obvio, moría porque revisaran mi tarea, como si tuviera que estar muy orgullosa de mi hojita de colores.
Perdí proyectos que eran muy importantes para mí, que eran parte de mí, todo por mis sentimientos de incapacidad que procedían a incapacitarme de verdad. He decepcionado a mucha gente en el camino, especialmente a colegas y amigos, desapareciéndome, sin posibilidad de dar explicaciones y después al sentirme bien, me sentía culpable por estar mejor, por no haber mejorado antes, me sentía sobrepasada por todo lo que tenía que enmendar y lo mismo me hacía alejarme todavía más. Por lo mismo he perdido la confianza de muchas personas, especialmente, creo, de mis papás, y es que en una enfermedad que entre otras cosas altera tu juicio, el saber que tomas decisiones que terminan afectando mucho, provoca querer esconderlo y te orilla a mentir. He mentido mucho y eso inevitablemente ha dañado mis relaciones.
Mi independencia dijo ‘hasta luego’, pero se le olvidó decir hasta cuándo. Volver a la casa de tus padres justo en la víspera de tus treinta y depender económicamente de ellos después de haber logrado dar el gran paso varios años atrás, pega fuerte en el orgullo, la autoestima y la posibilidad de ver escenarios positivos en el corto plazo. Siento la carga de empezar de cero otra vez como una punzada gigante en la nuca, viendo como el mundo a mi alrededor crecer y pasar a un ritmo mucho más veloz desde que me tocó regresar diez casillas al caer serpiente en vez de escalera en mi último turno.
Y eso, justo eso, perdí la confianza en mí misma y me está tomando tiempo y trabajo recuperarla. Es que, ¿cómo es que no pude controlarlo? ¿cómo es que no podía leer, pensar o concentrarme? ¿cómo es que dejo de poder hacer las acciones más básicas de la vida diaria? Si he llegado a no poder hacer nada de eso, ¿cómo voy a poder hacer algo más grande? ¿cómo poder visualizarme como una gran bipolar-genio del arte o la ciencia como Virginia Wolf, Hemingway, Churchill o -probablemente- Newton? Es difícil aprender a soñar otra vez.
Es por esto que el diagnóstico y tratamiento del trastorno bipolar es tan importante, porque hay muchas consecuencias y todas negativas, porque se provoca mucho daño en el camino cuando no hay atención médica, porque las afectaciones van más allá de la persona que la padece, se expande el efecto negativo alrededor y realmente no hay necesidad, todo puede prevenirse, todo puede controlarse. Uno nunca sabe lo que podría haber sucedido de modificar el pasado, de haber reaccionado y tomado acción la primera vez que sentí que algo no estaba bien, o tal vez la segunda, cuando empecé a notar un patrón; pero la teoría dice que no me hubiera deteriorado tanto, que no habría llegado a los últimos extremos, que no habría tenido que tomarme este paréntesis y que muchas cosas feas se pudieron haber evitado.
Sé que estoy muy lejos de ser una genio de la escritura depresiva como mi spirit animal Sylvia Plath (que se sospecha era bipolar tipo II #quemocion), pero espero al menos ir logrando dibujar en estos ensayitos una imagen que justifique mi necesidad de encuerarme así, de querer advertirle al mundo sobre la importancia de todo esto, de lanzar una bengalita de atención para que puedan identificar a alguien más o identificarse a sí mismos para poder recibir ayuda, de explicar lo que ha pasado y esperar un último empujoncito de paciencia en lo que termino de encontrar mi estabilidad normaloide.
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Simplemente estupendo.