El trastorno bipolar le pega a cada quién de diferente manera, aunque suele ser un común denominador que lleguemos al consultorio con sospechas únicamente de depresión, ésa también es siempre diferente, y claro que, si cada uno de nuestros organismos es distinto, así como no hay dos diabéticos idénticos, tampoco dos cerebros iguales. Incluso en mí misma, durante un mismo episodio depresivo que dura meses, puede ir mutando y ser igual de destructivo, pero en diferentes presentaciones, como la Coca Cola.
Me atacó a los 18 justo cumpliendo 19, fue ese verano, ese es el primer episodio que creo identificar claramente. Duró casi cuatro meses completos donde llorar por periodos de semanas era ley, todo el día, aunque fuera sólo a ratitos. Imagina que es algo que llega cada que vas al baño, en cuanto pones la cabeza en la almohada, en cuanto la levantas, cuando te metes a la regadera o acabas de salir, cuando quieres vestirte, cuando te llaman por teléfono, cuando ves el reloj y ves que ha pasado mucho tiempo o que sólo han sido cinco minutos: todo el tiempo, todos los días, todas las noches.
Pararse de la cama es una misión imposible, pero de verdad, no como las de Tom Cruise que resulta que sí son posibles; aquí es estarle ordenando algo a tu cuerpo, pero otra parte de tu cabeza manda la señal para oponerse a esa decisión: NO PUEDES, NO PODÍA. Suena ilógico e incomprensible, ¿cómo es que no puedes? Es una de esas cosas que el mundo te dice que es porque en realidad no quieres, por flojo, porque no lo intentas. Y es que es fácil pensar que es una reacción automática donde tu cerebro dice ‘párate’ y sucede y ya, entonces es fácil asumir que, si lo dices en tu cabeza en voz alta, tiene que funcionar, todo está en tu cabeza, ¡domínalo! Y bueno, ese es precisamente el punto: ¡ESTÁ EN MI CABEZA! La enfermedad ocurre en mi cerebro, así que, si el problema está ahí, debería de ser claro que las afectaciones están justamente en comportamientos que no puedo controlar, no sin ayuda, claro.
Los episodios incluyen no comer o comer demasiado, esto por periodos largos también, es decir, son semanas casi sin ingerir nada y otras semanas donde me atraganto de comida como si no hubiera mañana. También hay semanas donde puede que casi no llore o que no lo haga en absoluto, por lo que mi actividad principal es ver el techo, estar en la nada, existir sin estar o estar muerta con un cuerpo que todavía medio se mueve.
Saber que tienes sed, pero no tener las fuerzas para salir de tu recámara e ir por agua o estar a punto de orinarte en la cama e incluso considerarlo, con tal de no tener que intentar ir al baño. Concentrarse en algo que no sean pensamientos (auto)destructivos ni siquiera puede ponerse a consideración, así que intentar ver la televisión, una película, leer o escuchar música pierden todo sentido, realmente no puedo hacerlo. Te vuelves insensible ante todo lo que -antes de esta fase- te interesaba, llamaba la atención, apasionaba, te obligaba o responsabilizaba de alguna forma, y todo lo que querías duele, porque sientes que sobras para todo ello, que entorpeces los planes de los que eres parte, la vida de la gente que está cerca, todo estaría mejor si desaparecieras o te pusieras entre paréntesis. Es literal flotar en la nulidad, con una serie de imágenes feas, del auto reproche, la auto flagelación y el auto regaño. Ir dejando todo y desplazando a todos, obviamente cobra su cuenta y cada vez hace al hoyo más grande, se da cuerda para seguir cavando.
Después están las apariencias y es que claro, no puede andar uno por la vida llorando en frente de todo mundo, lamentándose en toda ocasión, obviamente te haría más una carga para todos de lo que ya eres, entonces hay que disimular. Haces parecer, en la medida de lo posible, que todo está bien, que eres funcional, que todos los asuntos que empezaste estando hipomaniaca están en orden. Sales y sonríes, evitas esas salidas lo más que puedes, claro; pero cada que debes, lo intentas con todas tus fuerzas y eso hace que te desgastes todavía más. Te hace sentir que le mientes a todo mundo cada que finges y al mismo tiempo, como todo el mundo te ve bien o decentemente bien, quizás un poco cansada, te hace dudar…
“¿Qué si sólo soy dramática, muy dramática? ¡Deja de ser tan dramática! Estás exagerando todo esto, ni siquiera estás “enferma”, es que te gusta el espectáculo, deja de gastar el dinero de tus papás y ponte a resolver las cosas como un adulto, todo es miedo a madurar, ¡Basta!”. Sí, para una parte de mi cabeza también es ilógico y constantemente está intentando convencerme de que la que es una inútil que debería ser capaz de controlarlo, pararse y hacer las cosas, pero no lo hace porque es la peor persona sobre la faz de la tierra. Resulta que esta es la enfermedad que se niega a sí misma y cuando se niega estando en depresión, nada afuera puede convencerte de lo contrario, tiene que ser alguien o algo que está adentro, pero todo tu ser se vuelca contra ti, todo. ¿Entonces quién y cuánto queda para luchar a favor? Para muchos eventualmente no queda nada, no alcanza. Yo logré llegar a la puerta de mi psiquiatra y no quiero alarmar a nadie con ese enunciado, sólo sé que es importante que sepan que, si alguien se siente así, yo puedo entenderlo y sé que necesitas ayuda, quizás un empujón, un ride a una primera consulta. Si sientes el valor para acercarte (porque sé que toma mucho de eso), dime y en ese momento yo te llevo: sí es una emergencia médica.